jueves, 26 de noviembre de 2009

Una barrera al corazón.

Dando vueltas y vueltas a algo que yo cree.
Y por pensar tengo un millón de cicatrices, soy un escudo, soy hipersensible.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Nada es verdad.


En realidad, todo ha pasado millones de veces. Nosotros sólo recordamos.
Nada es real. Sólo son imaginaciones muy profundas, y nosotros, nosotros no existimos. Sólo existes tú.
La muerte no existe. Cuando dicen que mueres, únicamente te vuelves invisible, pero sigues respirando.
En realidad, la luna no existe. Es el reflejo de tus ojos. Y el sol, el de sus cabellos. Pero ella no existe. Entonces, ¿el sol no existe? No.
Lloras. ¿Para qué? Si nada es real.
Ríes. Pero ríes tú sola. Porque estás sola.
Amas. Pero, si sólo existes tú. No se que haces.

martes, 24 de noviembre de 2009

Tardamos mucho en no volver a ver la luz del sol nacer.


Desde entonces le pierdo la vista.
No se a lo que juega, no se donde vuela, no se donde está.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Lo he intentado.


He intentado escribirte algo, pero ha sido imposible. A veces el vocabulario tiene deficiencias, huecos imposibles de llenar. Es increible. Tantas palabras y hay cosas que no se pueden explicar. Todo me suena a lo mismo: bla, bla, bla. Espejos, silencios, razones que se quedan colgando, como siempre. En estos momentos, suelo buscar una canción que recubra cada parte de mi cerebro. Quizás para no dar importancia a lo que digo, darle otro registro a mi voz, o para envolverme de algo que no me deja escuchar mis pensamientos. Pero en medio de todo esto, de nuevo el corazón se llena, mis ojos vibran, y mis manos sienten la necesidad de hacer una melodía con las teclas del teclado. Porque no puedo solo escribirte, ni hablarte. Y las miradas no bastan. Nada es suficiente cuando me revuelves de esa manera el interior. Cuando hay algo luministente y que debe abrirse paso. Ya ves, son demasiados años y pocas cosas me llegan, pero entre ellas te encuentras. Aprendí a levantarme rápido y olvidé ponerme pomada en las cicatrices. Son 24 años que a veces me parecen siglos y a veces segundos. A los 17 ya tenía 90, y ahora estoy volviendo para atrás. Por eso, tengo que confesarte que a veces no quiero ni verme, no me soporto. Me daría dos hostias y cambiaría esta cara tan expresiba que tengo. Porque no miento pero me gusta esconderme. Juego a esquivar ojos que ven, no me gusta la vulnerablidad y me tengo miedo. Pobre niña tonta -me digo-. Estoy tan marchita y viva a la vez... que a veces no me soporto. Ahora no puedo decir un "si tu supieras...", porque lo sabes. Porque ves mi yo en cada locura, en cada palabra. Pero soy un vaivén. A veces tardo en recuperar el equilibrio. Siempre necesito más, soy insaciable. Absorvo mis sentimientos porque estas paredes se encierran demasiado. Entonces el corazón se llena, mis ojos vibran, y mis manos sienten la necesidad de escribir y no parar, porque llega un nuevo día, una nueva oportunidad de todo. Una sonrisa que tus palabras me devuelven en las noches de luna llena. Me he gastado tanto, que solo puedo entregarte mis ojos sin barreras.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Todavía está durando.


Entonces Saraladrona dejó de bailar, y nada más separase un poco de mí, volvió a desprenderse de la horquilla, su melena rubia de rusa se derramó sobre su espalda como los rayos de sol sobre la tierra cuando amanece, y se puso las gafas negras con gesto decidido, Saraintrépida, y a mí casi me da un pasmo allí mismo, y el corazón se me salió por la boca, ¿cuánto crees que durarás fuera de tu caja fuerte, de tu caja torácica, de tu caja blindada a prueba de dinamita y sopletes y resfriados?, y Sara dijo:-Lástima. Creí que te gustaba, pero no siempre se gana, y además... Fue bonito mientras duró.Sararompecorazones me sonrió, con indulgencia o con esperanza o con ternura o con todo a la vez, y casi se me para el corazón, y si no se me paró fue porque ya no lo tenía dentro, Sararobacorazones estaba por allí, en algún sitio, invisible, y si lo viera me gustaría darle una patada por haberme abandonado, las cosas pasan por delante y hay que tirarse al cuello, porque la vida y las cosas no son como un carrusel, que pasan y vuelven a pasar, sino más bien como un tren, que pasa de largo y hay que subirse en marcha, porque el siguiente puede tardar mucho en llegar o incluso no llegar nunca, porque en la vida las cosas pasan y se van, y por eso hay que ser valientes, y yo tuve miedo de quedarme solo, sin ella, marinero en tierra, enamorado sin corazón, y le quité las gafas y la agarré para seguir bailando y para besarla de una santa vez y cumplir mi juramento, y aunque escasamente cuatro centímetros separaban nuestras bocas, sus labios finos y bonitos y pintados y delicados y los míos que no perderé el tiempo en describir, aunque solamente cuatro escasos centímetros los separaban, parecía un plano hecho a escala 1:1000, porque tardé una corta eternidad en recorrerlos, y por fin cubrimos los 40 metros de distancia y nuestros labios se conocieron, las dos o tres primeras veces, muy tímidamente, y después más profundamente, y ami se me ocurrió pronunciar esa frase tan famosa y tan estúpida que a menudo le viene a uno a la cabeza en esos momentos, y dije:-Te quiero.Y entonces ella dijo otra de esas estupideces que se dicen en esos raros momentos de nuestras vidas, cuando parecemos mágicos y únicos e importantes, y no tememos que el cielo se desplome sobre nuestras cabezas ni que la tierra se abra bajo nuestros pies, porque moriríamos felices:-Me alegro se estar viva.Y entonces yo dije la estupidez mayor de todas, en plan Pitagorín arrebatado y alterado por la primavera pero al revés, y supongo que fue porque su boca me había sabido a tabaco y a miel, pero al menos no hice ninguna promesa que al cabo de los años me pudiera echar en cara:-Me apetece fumar, préstame un cigarrillo y luego te lo devuelvo.Y nada más decirlo supe que no iba a fumar, porque los pitillos no me gustan nada, casi me asquean, y Sara, retadora, dominante, orgullosa, Saraespañola, me dijo:-Gracias por el detalle, rey, pero las colillas no se hicieron para mi.Y entonces me acerqué, y sus ojos eran lanzallamas y sus cabellos dorados arde París y sus labios rojos el corazón del fuego, y la besé, la besé como si tuvieramos los días contados, el mundo traicionado, el veneno en el estómago, y sentí que Sara ya no quería morir porque me quería con un amor loco y fugitivo y quizás un poquito desgraciado todavía, y este beso duró más que lo que tú as tardado en leer esta última página, todavía está durando.